La potencialidad de la literalidad: desviación escrita contra la imagen. Tesis contemporáneas de Ricardo Piglia
Apuntes de la Conferencia de Ricardo Piglia en la Casa de las Américas de Madrid, por Laura Lattanzi
Dentro del marco de la semana de autor que organiza la Casa de las Américas de Madrid, Ricardo Piglia ha presentado sus nuevas tesis en lo que refiere a la producción y recepción de la literatura contemporánea.
Piglia, comienza por una pregunta un poco paradójica en este contexto: ¿Dónde está la literalidad, lo específico de la literatura, que lo distingue de otros usos del lenguaje? Esta búsqueda, inocente a los ojos de los ingenuos posmodernos y de una fuerte impronta formalista, lo lleva, ni más ni menos, a reencontrarse con la figura del lector. Así de una pregunta que parte por buscar lo esencial, termina recurriendo a la recepción y no a la práctica productiva/creativa. Para comprender este proceso Piglia nos esboza, aunque no de forma improvisada, dos hipótesis sobre la literatura en tiempos de auge tecnológico.
La primera podemos denominarla como utilización desviada de la técnica. Aquí Ricardo Piglia nos ofrece un personal recorrido por las posibilidades de subvertir y/o hacerse propias, las técnicas de escritura objetivas, que nos impone el desarrollo histórico de las fuerzas productivas (si se me permite el término marxista). Los ejemplos más ilustrativos a los que recurre: el de Kerouak con su escritura automática, y el de Henry James cuya escritura cambiaría en un estilo más “extensivo”, luego de contratar una de las primeras mecanógrafas. Por lo tanto lo que aquí se pretende destacar es que la posibilidad de subvertir la técnica no es algo nuevo, especifico de nuestros tiempos, ni siquiera de tiempos modernos (en todas las acepciones de este ya extenso y maltratado concepto).
En su segunda hipótesis sí responde a las condiciones emergentes, y refiere a los cambios actuales en la temporalidad. Somos todos conscientes de los cambios en la velocidad de circulación y de acceso, que modifican las formas de producción, distribución y recepción de obras. Este auge de la velocidad, la ansiedad, los deseos de inmediatez, producen una hegemonía de la imagen sobre la palabra escrita; lo que queda confirmado en el dicho popular: “Una imagen vale más que mil palabras”. De esta forma ¿como se posiciona la literatura, la palabra escrita, frente al avasallamiento de las imágenes? Piglia nos ofrece dos recursos y herramientas.
· En primer lugar a pesar de lo vertiginosa que hoy se ha puesto la temporalidad, siempre nos encontraremos frente a un obstáculo objetivo: más allá de todos los avances tecnológicos, nuestro tiempo de lectura siempre será el mismo. Piglia en este sentido se dice optimista de los nuevos cambios, por que ese mismo obstáculo, el del tiempo de lectura, supone que el lector pueda seguir dominando la situación, aunque no sea por decisión propia. Leer es por si solo una experiencia que condiciona la técnica, ya que, como hemos dicho, impone su particular temporalidad, que responde a ritmos propios (tiempo de lectura en general, y el de cada uno al momento de leer). A partir de esta perspectiva Piglia recuerda a Macedonio Fernández, cuya lectura implica un “lector salteado”, de percepción distraída, todo un precursor para nuestro tiempo. De esta forma la literatura también implicaría un “parar la marcha”, estableciendo relaciones estables entre el movimiento del lenguaje y la experiencia.
· En segundo lugar, el segundo recurso contra el predominio de la imagen en tiempos que exigen lo vertiginoso, lo encuentra en la poesía. Porque si de “ahorro” del tiempo se trata, de palabras que funcionen como imágenes, Piglia advierte que los poetas son los mejores. Es la palabra poética la que “nos dice más en menos”, una palabra poética habitada por más de una imagen. Sin embargo nosotros nos preguntamos por este uso de la poesía. Quizás pequemos de formalistas o quizás se le quite a la palabra poética su especificidad que no debe ser reducida a otro registro, en este caso la imagen. Por que la poesía también, se hace cargo de las insuficiencias del lenguaje, y así recurre y juega con sus límites; desborda y se siente incansable en esa inefabilidad.
Piglia, comienza por una pregunta un poco paradójica en este contexto: ¿Dónde está la literalidad, lo específico de la literatura, que lo distingue de otros usos del lenguaje? Esta búsqueda, inocente a los ojos de los ingenuos posmodernos y de una fuerte impronta formalista, lo lleva, ni más ni menos, a reencontrarse con la figura del lector. Así de una pregunta que parte por buscar lo esencial, termina recurriendo a la recepción y no a la práctica productiva/creativa. Para comprender este proceso Piglia nos esboza, aunque no de forma improvisada, dos hipótesis sobre la literatura en tiempos de auge tecnológico.
La primera podemos denominarla como utilización desviada de la técnica. Aquí Ricardo Piglia nos ofrece un personal recorrido por las posibilidades de subvertir y/o hacerse propias, las técnicas de escritura objetivas, que nos impone el desarrollo histórico de las fuerzas productivas (si se me permite el término marxista). Los ejemplos más ilustrativos a los que recurre: el de Kerouak con su escritura automática, y el de Henry James cuya escritura cambiaría en un estilo más “extensivo”, luego de contratar una de las primeras mecanógrafas. Por lo tanto lo que aquí se pretende destacar es que la posibilidad de subvertir la técnica no es algo nuevo, especifico de nuestros tiempos, ni siquiera de tiempos modernos (en todas las acepciones de este ya extenso y maltratado concepto).
En su segunda hipótesis sí responde a las condiciones emergentes, y refiere a los cambios actuales en la temporalidad. Somos todos conscientes de los cambios en la velocidad de circulación y de acceso, que modifican las formas de producción, distribución y recepción de obras. Este auge de la velocidad, la ansiedad, los deseos de inmediatez, producen una hegemonía de la imagen sobre la palabra escrita; lo que queda confirmado en el dicho popular: “Una imagen vale más que mil palabras”. De esta forma ¿como se posiciona la literatura, la palabra escrita, frente al avasallamiento de las imágenes? Piglia nos ofrece dos recursos y herramientas.
· En primer lugar a pesar de lo vertiginosa que hoy se ha puesto la temporalidad, siempre nos encontraremos frente a un obstáculo objetivo: más allá de todos los avances tecnológicos, nuestro tiempo de lectura siempre será el mismo. Piglia en este sentido se dice optimista de los nuevos cambios, por que ese mismo obstáculo, el del tiempo de lectura, supone que el lector pueda seguir dominando la situación, aunque no sea por decisión propia. Leer es por si solo una experiencia que condiciona la técnica, ya que, como hemos dicho, impone su particular temporalidad, que responde a ritmos propios (tiempo de lectura en general, y el de cada uno al momento de leer). A partir de esta perspectiva Piglia recuerda a Macedonio Fernández, cuya lectura implica un “lector salteado”, de percepción distraída, todo un precursor para nuestro tiempo. De esta forma la literatura también implicaría un “parar la marcha”, estableciendo relaciones estables entre el movimiento del lenguaje y la experiencia.
· En segundo lugar, el segundo recurso contra el predominio de la imagen en tiempos que exigen lo vertiginoso, lo encuentra en la poesía. Porque si de “ahorro” del tiempo se trata, de palabras que funcionen como imágenes, Piglia advierte que los poetas son los mejores. Es la palabra poética la que “nos dice más en menos”, una palabra poética habitada por más de una imagen. Sin embargo nosotros nos preguntamos por este uso de la poesía. Quizás pequemos de formalistas o quizás se le quite a la palabra poética su especificidad que no debe ser reducida a otro registro, en este caso la imagen. Por que la poesía también, se hace cargo de las insuficiencias del lenguaje, y así recurre y juega con sus límites; desborda y se siente incansable en esa inefabilidad.
1 comentario:
ea locas da merd! la pase muy lindo con ustedes, asique salud a la quetrofila
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