martes, 28 de octubre de 2008

Recital Bigger Than Jesus


Bigger Than Jesus, banda compuesta por Ramiro Pereyra, Nahuel Tavosnanska y Luciano Villacé, presentó su primer disco, Volare, el pasado sábado 25 de octubre en La Castorera. Con una destreza notable el power trío se lució e hizo lucir su novel salida discográfica, que contiene cinco temas en clave grunge; Fuego del Ayer, Take Me, En Sueños (excelente, y en vivo, increíble), Bigger y Riot. El repertorio contó con algunos covers, y demás temas de la banda no incluídos en el disco. Quedó demostrado, primero; que esta es una banda sólida y que la apertura estilística es un elemento del que se aprovechan con soltura. Segundo, que el CD itera con una fidelidad asombrosa la perfección y la magia que logran en escena.
Más info: www.myspace.com/biggertj

domingo, 26 de octubre de 2008

Del miedo a volar y otros asuntos

Reseña publicada en: La Quetrófila, número dos, mayo 2008
Por María Ximena Venturini
Era el cielo
Por Sergio Bizzio
Interzona $35
La única pasión de mi vida ha sido el miedo
Thomas Hobbes

“En el origen de todo, el Miedo”, dice Roland Barthes en “La imagen”, el texto que lee en el coloquio que le dedica el Centro Cultural de Cerisy-La-Salle en 1977. Pero del miedo, en Barthes, nace un método: se llama seducción, y también –¿Por qué no?– histeria. Era el cielo se aparta del delirio de En esa època (Premio Emecé 2001). Aquí un Bizzio casi realista, narrando los pormenores de una separación y la pérdida de cotidianeidad de un padre con su hijo. Familia, escritoras, parejas gays violentas, novias intrépidas y más, entre otras cosas. Histeria quizás, pero seguro que mucho de ese tan mentado miedo con el cual parece estar hecha la materia del libro. Casi sacramental, como el modus operandi del personaje principal (un guionista de televisión al borde de la desocupación). Listas de tipos de que no son sino variaciones de ese originario y primitivo: el miedo a volar (que el personaje arrastra durante casi todo el libro), a la miseria, a la soledad y hasta a los tiburones (en una cinematográfica escena donde lo sufrirá vicariamente cuando su novia Vera se sumerja, cortésmente invitada por un borroso productor cinematográfico).
Hasta terror por la cobardía misma, esa que paraliza al narrador al comenzar la novela cuando llega a su casa y se encuentra a su mujer, Diana, con dos hombres en la cama. Hombres que la están violando y él, el-marido-que-observa-el-cuadro, no sabe que hacer (si gritar o desviar la mirada ante el peligro) paraliza tanto al personaje como si un niño acabara de golpearlo con la fuerza de un gigante escondido. Inquietante escena si las hay en la última literatura argentina, de esas que el mismo Bizzio declara: “Las dos primeras páginas de mis novelas son escritas con la intención de una bofetada”[1]. Descripción morosa, lujuriosa, oímos los gemidos que Diana expulsa de su cuerpo. Aunque sabemos que la están violando, hay cuchillos amenazantes, todo sucede en un silencio (casi) conciliador, como si en realidad estuviese tenuemente consentido. Una vez consumada, después de la minuciosa descripción de posiciones, los violadores abandonan la escena y Diana tiende la cama. Quizás, tratando de restituir algo de orden a su vida. La pareja se había reencontrado recientemente (ella no lo confiesa, él no admite lo que vio). El nombre del rubio (y un tal Fausto que ayuda) nos serán revelados al final. La novela se torna oblicua, cerrándose la primera parte con la tercera.
Después de un primer capítulo preciso, aparecen una serie de relatos vertiginosos en los que el narrador nos ofrece un resumen de los dos años que paso fuera de casa, fuertemente marcados por su oscilante relación amorosa con una joven llamada Vera y, paradoja mediante, cierta nostalgia por la vida familiar (parte segunda).
El tema principal, aunque existen varios puntos de fuga (el universo de la tele, productores que se guían por Osho, actrices que se operan los pechos), siempre es su relación con Diana y el amor a Julián. Y es ahí donde aparece el terror impreciso e intolerablemente certero: que "le pase algo" a Julián: "Un hijo es una industria de producir terror". Al final la novela nos regala un momento ¿triste?, ¿melancólico?, pero seguro terrible: el pasajero de junto en el temido avión resulta ser el hijo del piloto divorciado que sólo puede verlo los fines de semana; únicamente Buenos Aires-Madrid comparten.
Escribir aparece como destino del personaje (la otra es ser padre). Aunque declara no ser escritor, vive de hacer guiones. Claro, sólo lo hace por el dinero (no como sus mujeres que sí producen arte). Creador frustrado, se piensa trucho, inmerso en un universo kitsch y raro; nos recuerda a ese Barthes que huía de la adherencia del mundo que hubiera podido decir “quiero estar solo”, como pedía Greta Garbo, a la que Barthes, por otra parte, consagra una de sus mejores mitologías. Barthes (¿Bizzio?) quería estar solo y seducir. ¿Es un crimen? No, es mucho más y mucho menos: es una utopía. La utopía de la escritura por excelencia.

[1]Diario Perfil. 18 de noviembre de 2007. Realizada por Sonia Budassi y Hernan Arias

miércoles, 22 de octubre de 2008

Grunge. Alfredo Jaramillo.

GRUNGE
Alfredo Jaramillo
Editorial Funesiana
2008

Por Valeria Tentoni


Alfredo Jaramillo, neuquino, nacido en 1983, desembarca en la editorial Funesiana con Grunge, un poemario que, como todos los libros de esta editorial comandada por Lucas Oliveira, es de armado artesanal y tirada reducida.

Uno imagina cosas, cree que la literatura es cosa de adultos y no recuerda de qué modo tan poético se llenaba la boca de barro en el jardín de la abuela. Me gustó leer Grunge; me gusta esa poesía no desde un lugar ajeno, obtusamente objetivo, sino porque es la poesía que me gusta leer, sobre toda la poesía existente hoy, “elegida por mí, con soberana voluntad elegida por mí entre todas” –cito a Cortázar porque a mi sí que todavía me parece genial-, esa acidez metálica de la que parece compuesta.

Consiento, si claro, el amor y todas esas mieles en la poesía (¿a dónde irían los melancólicos, si no?) pero me despabila siempre el choque, los tendidos inalámbricos de algidez, el iluminado nocturno de los postes de luz, las voces como de fábula de los quiosqueros (los maratonistas, en Jaramillo, pienso), creo que la poesía como una arquitectura citadina es el único escape a este nido al que vinimos. Pero más allá de su misión de supervivencia, la simpatía –¿estética? ¿está mal si estética? ¿ocio? ¿por qué escribo?- que me genera la poesía, ésta poesía, digo, su poesía, entre ellas, siendo parte de ésta, ésta en este caso: es incorruptible. Y las palabras enhebradas con la cadencia con que las anuda Alfredo Jaramillo, lo rugoso de su tono, lo áspero, de nuevo: lo metálico. Grunge puede sí, erigirse en un compendio de vivencias adolescentes en cuanto a su carga, pero es un desembolso muy adulto de poética.

La Bilis Negra. La primera poesía es completamente preciosa, dulcísima y preciosa. Luego la Venus que echa espumas “con la forma de tu cara”. Más allá escribe, “…y le hablaba a Ana temiendo que su mano engendrara una justa imagen de mí.” El juego que se hace con las formas, con lo material de los gestos. “..Y saber que en ese momento hay alguien, en cualquier rincón, enjuagándose la boca con tus huesos.” Cosas así, tremendamente así.

“…esto no es poesía, es apenas”

Se consigue (curioso) en Mercado Libre

Misil Children!: Un modelo para desarmar

Dramaturgia y dirección: Mariana Levy
Actúan: Salomé Boustani, Julieta Halac y Gisela Vlatko
Asistente de dirección: Lucila Brea / Escenografía: Cecilia Zuvialde /Diseño de iluminación: Carolina Sosa /Vestuario: Cecilia Zabaleta / Diseño gráfico: Julieta Domínguez /Fotografía y diseño postal: Nicolás Porta /Prensa: Carolina Alfonso
www.misilchildren.blogspot.com /Viernes 21hs /Abasto Social Club Humahaca 3649 - CABA

Misil Children!: Un modelo para desarmar

por Laura Lattanzi

¿Qué solemos hacer cuando no podemos dormir? Tomar un vaso de leche, una copita de licor o whisky, arrasar un paquete de galletitas, “googlear” la raíz griega de la palabra insomnio, planear la vida de los próximos cinco años con una profunda convicción de cambio, enganchar una película norteamericana desconocida de los años ochenta muy mala… y la lista es interminable. Porque ¿Quién realmente combatió el insomnio contando ovejas? Pero sobretodo, o al menos en mi caso y en el de muchos, en momentos en que no se puede conciliar el sueño damos vueltas y más vueltas a nuestras experiencias, que se revelan traumáticas. Por ello, es quizás en este momento singular e individual, cuando la construcción de nuestra memoria subjetiva se encuentra en grandes procesos de interpelación, cuestionamiento y, claro, también construcciones. Es así que surgen los recuerdos: como cosificaciones del proceso azaroso de nuestra memoria, en una noche de insomnio. La obra Misil Children de Mariana Levy refiere a esta situación.

Tres hermanas en una misma habitación, una de ellas no puedo dormir e incita a las demás a pasar una noche tejiendo recuerdos. La obsesiva-perfeccionista, motiva a reconstruir los recuerdos “tal cual sucedieron”, pero a lo largo de la obra esta empresa se devela como imposible. Se recurre a diversos registros y formas: videos, recreaciones de escenas, canciones, pero las tensiones surgen cuando la fantasía quiere filtrarse reclamando también su legitima participación, que rechaza la hermana más perfeccionista, calculadora de lo verosímil como realidad, una “positivista”, si se me permiten el exabrupto.

En la formulación freudiana el olvido es un proceso activo de represión que tiene por objetivo proteger al individuo de la ansiedad, el miedo, los celos y demás emociones difíciles. Pero cualquiera, con un “Freud para principiantes en la cabeza”, sabe que lo que hemos reprimido aflora luego de maneras que pueden llegar a la perversión, así que ¿por qué mejor no combatirlo y sacarlo todo fuera? Esta es la tarea que emprenden esa noche las tres hermanas que bien dan cuenta cada una de la ansiedad, el miedo y los celos.

El trabajo actoral de las tres hermanas, únicos personajes de la obra, es destacable; así como también la dirección muy bien ideada de su joven directora: Mariana Levy. Como resultado obtenemos la caracterización de personajes con personalidades bien, y por qué no, estrictamente definidas, que nos permiten pensar en la ya hoy tan discutida problemática de una construcción subjetiva de la memoria, pero rescatando su proceso en micro contextos fragmentarios.