"Las calles vacías nos pertenecen a todos"
Por Valeria Tentoni
Los poemas son "caballos perdidos en el laberinto" de este, su primer libro publicado por editorial Fuga, y si bien en el inicio Arroyo propone aquél desentendimiento con el norte, esta obra pareciera ser casi una oda al encuentro; con la incógnita como eje propulsor, se corre a abrazar a lo político y a lo histórico de un país Chile sobreviviente a la dictadura.
La palabra, el olvido y su memoria; la entrada y la salida en ese círculo, los finales y los principios. Todo como un juego de cronologías -en apariencia- caprichosas, con el efecto final de descubrir el velo hacia una delimitación de mapa poético; "Un mapa es como la sombra de una palabra grande (...) Lo que falta hay que imaginarlo, o escribirlo".
La preocupación por el papel que juega la palabra en este vértice, la duda profunda sobre si es que juega alguno, y entonces sobre qué territorio, demarcado por qué siglas (siglos) y qué batallas (derrotas/ victorias). Entonces, donde le duele que la palabra no sea suficiente, Rodrigo se nutre de su trabajo como artista plástico para decir; para hacer de la cosa símbolo -denuncia. En esta greda, los caballos, las balas, los fusiles, las humaredas, las fisuras, como piezas ocultas de un anagrama, de una continuidad ajedrezada, de cierta intermitencia entre el sentido y el sinsentido -Artaud no ha habandonado su sitio, confiesa-.
En esta tríada; imagen, palabra y silencio, se desencadena el poemario, enhebrado con la piedad de quien conoce lo letal del discurso, y lo hace poesía por eso mismo, porque hay verdades que de otro modo no podrían extirparse de la historia sin golpearnos como aquella manzana en la cabeza, sin erosionarnos el cuerpo como una Hiroshima.
"Quizás el silencio era una pista para hallar la salida de esta hoja,y todos los versos no sean más que lamentos sin sentido"
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